¿Cómo reta y apoya a sus empleados?
Como jefe de línea, intento conocer muy bien a mis empleados. Quiero saber qué habilidades tiene cada uno, sus puntos fuertes y débiles. Y no sólo en términos empresariales. Así averiguo exactamente en qué área puede desarrollarse bien cada individuo. También valoro la responsabilidad personal y quiero dar a la gente confianza en sus propias competencias. En mi opinión, cualquiera que quiera conseguir algo como directivo en METRO debe ser capaz de trabajar a escala internacional. Si veo potencial en un empleado, sin duda lo enviaría al extranjero durante unos años. He visto con mis propios ojos la mentalidad con la que la gente se va y lo cambiados que vuelven. Dependiendo del país de origen, les cuesta adaptarse a otra forma de trabajar. Algunos tardan más, pero el efecto positivo a largo plazo merece la pena.
¿Cómo surgió su peculiar estilo de gestión?
Pasé mi infancia y juventud en Alemania, Turquía, Grecia, Italia y Suiza. El trabajo de mi padre lo requería. Cuando tenía 3 años, vinimos a Alemania, primero a Bad Godesberg y luego a Frankfurt. Después pasamos unos años en Estambul y Atenas, y luego volvimos a Alemania, esta vez a Stuttgart. Empezar de nuevo una y otra vez -en un nuevo país, en una nueva ciudad, en una nueva escuela- significó aprender a observar atentamente a la gente que me rodeaba y a valorarla muy individualmente. También fui a un colegio muy bueno de Stuttgart hasta el bachillerato, un colegio público que ofrece un apoyo especial a sus alumnos en términos de educación integral. La relación con los profesores es muy diferente a la de la mayoría de los colegios. La interacción entre unos y otros se caracteriza por un gran respeto mutuo. Los alumnos se tutean con los profesores, incluso con el director. Es importante pensar de forma independiente y desarrollar una posición propia. Esta actitud ya me ayudó durante mis estudios en la Universidad de Hohenheim: Ponerme de pie y hablar en un seminario con 150 compañeros no supuso ningún reto para mí. El respeto es algo positivo, pero no debe bloquear a las personas en sus pensamientos y acciones. En mi equipo, todo el mundo debe poder discrepar, discutir y decir lo que piensa libremente. Compartir información y confiar en los demás también forma parte de ello. En mi opinión, así es como se consiguen los mejores resultados laborales.