El hecho de que el vino esté estrechamente vinculado al turismo desde hace muchos años e incluso se haya convertido en una pequeña industria por derecho propio se debe a la voluntad de los viticultores de compartir con el mundo su trabajo y las tradiciones e innovaciones asociadas a él. La familia Lungarotti también fue una de las pioneras en Italia en este ámbito. En la actualidad, todo un departamento de la empresa se encarga de coordinar y organizar catas y programas prácticos en los viñedos y museos.
En la Maison M. Chapoutier, Mathilde Chapoutier es responsable de la división de turismo. "El vino es compartir una comida, vivir el momento, descubrir una región. Todo está relacionado. El desarrollo del enoturismo nos permite mostrar el trasfondo, el interior, el corazón de la industria vitivinícola", afirma. Mathilde Chapoutier no habla de las ventajas de ser mujer en el negocio del vino. Cree que hoy en día el género no juega ningún papel a la hora de elegir esta profesión. Ella y su padre comparten la misma filosofía en lo que se refiere al vino: "Que el terroir hable por sí mismo". Para ella, el vino "se hace para disfrutar".