¿Cómo valora a Alemania en una comparación internacional?
En nuestros países vecinos es diferente. La comida, sobre todo la que se come fuera, tiene allí un estatus completamente distinto. Eso debería cambiar aquí. Lo que sí he notado, y para mí es lo único positivo de la pandemia de coronavirus, es que cuando todo estaba cerrado y nada funcionaba, la gente recuperó cierto respeto por los servicios y empezó a apreciar un poco más la gastronomía. Porque se dieron cuenta, cuando tuvieron que hacer la compra y cocinar ellos mismos, de todo lo que ello implicaba. Sin embargo, la cocina alemana original y sencilla, como la que cocinaba la abuela -una buena tortita, un buen guiso de alubias o una sopa Flädle en un pub-, eso está desapareciendo.
¿Cómo es una cena típica en casa?
Siempre diferente, pero diferente a la del restaurante. Las judías verdes, el brécol y las zanahorias son las verduras habituales. A los niños también les encantan: mi hija tiene diez años y mi hijo ocho. Pongo las zanahorias peladas enteras en la sartén con una cucharada de caldo y un poco de mantequilla. Muy importante: no hervirlas, estofarlas. Saben mejor, la grasa libera los nutrientes como el caroteno y la vitamina C, y no las tiro con el agua. Pero a veces también me llevo una pizza. Y cuando vamos de vacaciones, también paramos en Burger King o McDonald's.